Esta es una pequeña historia que ocurrió,
a orilla de una pequeña laguna artificial, que se encontraba a las afuera del
pueblo.
Cierto día, Adolfo un joven muchacho campesino del lugar,
se dispuso como todas las mañanas, salir
a trabajar al conuco de su abuelo.
Siempre que pasaba cerca de la laguna,
sentía voces que lo llamaban, el volteaba a todos lados y no veía a nadie.
Intrigado por aquello, un día hablando con
su abuelo le comenta lo que esta pasando, este le aconseja que cambie de
camino, el muchacho le responde a su abuelo,
ese es el camino más corto para
llegar al conuco.
Entonces el abuelo le sugiere, que cuando
lo llamen no voltee para ningún lado y si es posible se ponga a silbar ó se tape los oídos, el muchacho intrigado le
pregunta a su abuelo.
Viejo ¿Pasa algo hay? El Viejo se queda en silencio y le responde
nada, el muchacho no convencido por la respuesta de su abuelo, insiste en
preguntar, y este le responde algún día lo sabrás.
Una mañana muy temprano, salió Adolfo para
el conuco, y su abuelo lo acompaña, ya llegando al paso de la laguna, el Viejo
le recuerda a su nieto que vea lo que vea sienta lo que sienta no voltee para
ningún lado,.
Así
lo hizo, el muchacho siguió
caminando al lado de su abuelo, cuando de pronto una bella mujer salió de las
orillas de la laguna, y pregunto ¿hasta
cuando me tienes castigada en este lago, es que no merezco cristiana sepultura?
- El Viejo atónito por la impresión se quedo sin habla por un buen rato y hasta
perdió el conocimiento.
Adolfo, como pudo cargo a su abuelo hasta
la casa, una vez restablecido le
pregunto, ¿Abuelo quien es la joven mujer de la laguna? Este se quedo en silencio y luego respondió, esa es una historia muy larga de
contar, te prometo que te la cuento otro día, déjame hoy descansar.
Adolfo intrigado le cuenta a su padre lo
ocurrido, este preocupado y triste se le acerca a su padre y le dice ¡papá!,
no
crees tú, que mí madre debe descansar en tierra santa y dejar de penar, yo creo
que es hora que la perdones.
El Viejo con lágrimas en los ojos le
responde, bueno hijo sácala y dale cristiana sepultura.
El Padre de Adolfo le dice a su hijo, mañana
muy temprano te vas al pueblo, le dices
al padre Jacinto que después de la misa pase por aquí, que quiero hablar con
el.
El sacerdote una vez terminada la misa se dirigió a la casa del papá de
Adolfo, allí hablaron por largo rato, luego
se dirigieron a las orillas de la laguna, regresando con un saco lleno
de huesos, cuando lo pusieron en el
suelo del rancho del abuelo de Adolfo, este se arrodillo y le pidió perdón a la
mujer por la falta cometida.
Salieron
todos rumbo al cementerio a enterrar los
huesos de la pobre mujer, cuando estaban
terminando de enterrarlos, la mujer se apareció para dar las gracias y decirle
al abuelo de Adolfo, que la culpable de
su desgracia, había sido su ceguera por no haber creído en ella, que ella era
inocente de la calumnia de su comadre Pancha.
El Viejo con lágrimas en los ojos
pidió perdón, en forma repentina cayó al suelo muerto.
Adolfo intrigado por no saber lo que estaba
pasando, le pregunta al padre ¿que sucede?,
este le responde, ya mis padres descansan en paz, uno al lado del otro,
hijo esta es una historia muy dolorosa para mi, pero te prometo, que mas
adelante, te la cuento toda, lo que si quiero es que nunca dudes de la mujer que
ames y que te corresponda con su honestidad.
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